No todos los lugares interesantes del mundo son precisamente bonitos. Un buen ejemplo de esta curiosa mezcla de repulsión y atracción lo encontramos cerca de las minas de cobre de Rosia Poieni en Rumanía. Allí son muchos los viajeros curiosos que se acercan para presenciar el dantesco espectáculo de Geamana, una aldea sumergida en una laguna de residuos tóxicos.
Esta pequeña localidad podría ser hoy una más de las aldeas tradicionales de esta parte del país, con su arquitectura típica y sus costumbres Seguramente bonita pero probablemente desconocida. Sin embargo, el destino tenía reservados otros planes para Geamana.
Todo empezó en el año 1977, cuando el tirano comunista Nicolae Ceausescu decidió explotar aquel enorme yacimiento de cobre que acababa de ser descubierto bajo tierra. En nombre del progreso, de la patria, y seguramente en el del pueblo, el gobierno obligó a los habitantes de Geamana a dejar sus casas y abandonar su estilo de vida. Su pueblo se iba a convertir en el estercolero de las minas, asumiendo la tarea de acogerlos residuos tóxicos de Rosia Poieni.
Alrededor de 400 familias fueron evacuadas dejando atrás un lago artificial alimentado por los lodos contaminados de la mina. Bañarse en estas aguas envenenadas con cianuro y otros elementos es un suicidio. Y sin embargo, desde el exterior la estampa es preciosa: un lago de colores por encima del cual sobresalen la torre de la iglesia y los techos de algunas casas: las de Geamana.
Sonora y cualquier lugar del planeta.
Así va a quedar Sonora después
Pinche planeta un día se va a hartar de nosotros y nos va a tragar completitos