El documental searching for Sugarman cuenta la la historia de un músico que mientras era completamente olvidado en Estados Unidos se convertía en una estrella en Sudáfrica, sin que él mismo lo supiera. Era la Sudáfrica del Apartheid de los años 70 donde llegaron un buen día los dos elepés de Sixto Rodríguez (Cold Fact y Coming from Reality) para acabar convirtiéndose, por el boca a boca y la grabación de cassettes, en un icono de la rebeldía, del antiApartheid, por sus proféticas letras, acompañadas de una portentosa voz y una guitarra. Hasta tal punto llegó su fama que una productora sudafricana reeditó los dos álbumes y lanzó un tercero recopilatorio que llegó a ser disco de platino, sin que a Rodríguez, a Jesús Sixto Díaz Rodríguez, le llegase un pinche dólar. Simplemente, se le daba por muerto. Una leyenda decía que se había inmolado en pleno concierto, otra que se había pegado un tiro. A nadie se le pasaba por la cabeza buscarlo.
Dos sudafricanos de piel blanca comienzan a indagar. Descubren que ningún camino certifica su muerte. Entonces crean un sitio web sobre su obra donde piden información a quien la pueda ofrecer. Un buen día, una de las tres hijas de Rodríguez da con esta página y contacta con ellos por la red. Otro día suena el teléfono en la casa sudafricana de uno de los ‘perseguidores’ de Rodríguez. Está durmiendo, por el cambio horario. Contesta aturdido. ¡Es ella! Al cabo de un momento se pone al aparato su padre. El sorprendente hallazgo deriva enseguida en un viaje a Detroit en el que los persistentes buscadores se encuentran con el auténtico Jesús Sixto Díaz Rodríguez.
En el documental, primero muestran la búsqueda. Las entrevistas con los mentores del cantante maldito, el editor de sus discos en 1970 y 1971, la gente del mundo de la música. Nadie sabe nada de él. Recuerdan la emoción que sintieron cuando le escucharon cantar por vez primera en un bar del sórdido Detroit. Habían hallado al nuevo Bob Dylan. Era bueno, muy bueno, rememoran presas de la nostalgia. Pero los discos no se vendieron, algo que nunca se acabarán de explicar. Así fue como en 1975, una semana antes de Navidad, la discográfica lo despidió. ¿Qué fue de él? Pues Sixto Rodríguez, sexto hijo de una pareja de mexicanos (por eso le pusieron Sixto)que emigró a Detroit en 1920, se dedicó a su familia, a sus tres hijas, mientras trabajó en la construcción, en la limpieza de conducciones de saneamiento, en todo aquello que fuera necesario. Trabajó con sus manos, dejando a un lado ese talento musical que no le había sido reconocido. Corre el año 1998. Cuando fue despedido de Sussex Records tenía 33 años, la edad de Cristo. Ahora, cuando lo buscan, tiene 56.
Su aspecto indio, su placidez, la pausada forma de hablar, la serenidad de su discurso contribuyen a alimentar el mito. Sixto Rodríguez no muestra rencor. Tampoco frustración. Solo contesta de forma reflexiva a cuantas cuestiones le plantean. Creía que ciertamente era bueno, pero no tuvo éxito. Sin más. Se organiza inmediatamente un viaje a Sudáfrica, donde se le recibe como su hubiera resucitado Elvis Presley, Jimi Hendrix o Jim Morrison. Nada más bajar del avión le aguarda una limusina. Él no da crédito. Cuando salga al primer escenario, unos días después, más de 5.000 personas le aclaman, corean sus canciones, se desgañitan ante el mito. ¿Y él? Pues él toca sereno, feliz, como quien resucita en un edén donde se reencuentra con todos sus seres queridos. Da una serie de conciertos por Sudáfrica, se da baños de multitudes y regresa a su modesta casa del sórdido Detroit. Esta es la desconcertante historia de Sixto Rodríguez, quien a sus 71 años aún ofreció un concierto en Barcelona (2013). Delicado de salud, con problemas de vista y protagonista del Óscar al Mejor Documental de 2013 por ‘Searching for Sugarman’.
En internet descubres enseguida un dato omitido en el documental que no altera la versión sudafricana de Jesús Sixto Díaz Rodríguez, pero sí la suya propia. Según se recoge en Wikipedia, al éxito en el país africano se sumó también el éxito en Australia, adonde él habría ido de gira en 1979 y 1981. Estos conciertos no empañan la historia que nos cuentan en el documental, pero los ocultan para dar mayor efecto dramático a la misma. Supo que había triunfado fuera, pero ciertamente fue ignorado en su país. No obstante, desde 1981 hasta 1998, durante 17 años, Rodríguez sí había vuelto al anonimato en Detroit.
Post arreglado, si no lo has visto no te lo pierdas, está interesante
Tssss rifado post
+1000000000
tiene cara de indio de zamora
calmate pinche anglosagay!!!!!