Lo que callamos los Godinez – Viernes de chilaquiles

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¿Quién iba a pensar que llegaría a convertirme en lo que ahora soy? Es la pregunta que me hago a diario cuando me doy cuenta de que me he convertido una cifra más a la estadística godinezca de la ciudad más poblada del mundo.

Aún recuerdo aquel día en que llegue a la capital del país precargado de todos los clichés que te inculcan en provincia sobre las historias que acá se cuecen. El miedo a que te asalten al doblar la esquina. El tiempo de traslado entre tu casa y tu trabajo por el infernal tráfico de sus calles. Las marchas que bloquean las avenidas simplemente por que se «cayó el interne» en la mansión de Elba Esther Gordillo. Las quesadillas sin queso y sobre todo, las costumbres culinarias de los oficinistas godinez.

Y es que es justamente una de las cosas que tanto me burlaba. ¿Cómo era posible que los godinez tuvieran un día para cada comida? ¡Que tontería! -decía- Yo comeré lo que a mi se me antoje sin importar el día de la semana que sea.

Así pues comencé siendo el rebelde de la empresa, cuando ellos comían pancita (o menudo como se llama en mi pueblo), yo quería carne asada. Cuándo todos comían cemitas poblanas, yo queria tacos de carnitas y así con cada comida que tenían predestinada para cada día de la semana.

He de confesar que al principio no me costaba trabajo puesto que, como buen provinciano, los alimentos ya los llevaba preparados con anterioridad y solamente me molestaba en recalentarlos en el horno de microhondas de la cocineta que se compró con la clásica «vaquita» entre todos los empleados, pero no contaba con que la vida en la «gran ciudad» es diferente.

Acá el tiempo apremia y en compensación, smogpolitan te ofrece comodidades 24 horas que en otros lados seria imposible de obtener.

Cada véz me era más difícil preparar mi «lonche» con anticipación y llegar a tiempo a la oficina y por el contrario, me era más fácil llegar a tiempo y comprar una torta de huevo y café con leche para el desayuno, en alguno de los tantos puestos ambulantes que se ubican en cada esquina de los centros de trabajo de oficina, aunque éstos me costarán casi tres veces más caros que el habérmelos preparado yo mismo.

Así pues, poco a poco comencé a ceder, sin embargo aún mantenía esa «rebeldía» por degustar lo que a mi se me diera en gana, sin importar que día de la semana fuese.

Pero ¡Oh, sorpresa! de la misma forma me encontré con que ya la ciudad está tan acostumbrada a este proceder, que prácticamente se vuelve una tarea semi imposible de lograr.

Una de las principales costumbres godinezcas, es precisamente el destinarle los viernes a desayunar chilaquiles.

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Es tan común ver todos los viernes a los compañeros de trabajo, llegar con su «itacate» de chilaquiles con pan «bolillo» bajo el brazo y degustarlo tan tranquilamente sentados en su escritorio frente a su computadora, que hasta parece que las mentes de todos los oficinistas capitalinos está sincronizada para realizar dicha acción, y su olfato desactivado para evitar el aroma que se impregna durante toda la mañana en la oficina, ya sea pública o privada.

Al principio estas acciones me causaban gracia, ya que es el único día en que se tolera que el lugar de trabajo huela a lonchería. ¿Que por qué digo esto? porque un día se me ocurrió comer chilaquiles en martes, y a pesar de que lo hice en la cocineta, todo el mundo expreso su molestia de que «la oficina, apestara a chilaquiles».

Por cierto, he de confesar de que conseguir tal proeza me costo, como dicen por allí, «un huevo y la mitad de otro«, ya que donde quiera que te pares a preguntar si tienen chilaquiles, la respuesta es «Hasta el viernes jóven».

¡Puta madre! ¿Cómo es posible que solamente los viernes estén autorizados para vender chilaquiles? ¿Qué acaso se les cae el pito (o las chichis) si se venden chilaquiles entre semana?

Aunado a esto, como comenté es precisamente el hecho de la saturación de aroma a chilaquiles en la oficina de los viernes se te hace costumbre, tanto que sin darte cuenta, se llega el fin de semana y entre las prisas del bañate, vistete, correle al trabajo y apúrate, solamente vas pensando en llegar y comprar un termo de éste platillo para llegar a desyunar a la oficina, como todos. Como un godinez normal.

¿Qué son los chilaquiles?

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Es un platillo mexicano que consta del recortado de tortilla de maíz en forma de totopo «en tiras, triángular o como se le hinchen los huevos a quien los prepara» que puede ser frito y acompañado o no de otras especies como cebolla, jitomáte, epazote o cilantro, bañados en salsa preferentemente picosa que puede ser verde o roja.

Suelen acompañarse de crema, cebolla picada, queso y una guarnición de carne asada, huevo o pollo.

¿Pero de dónde viene esta costumbre?

En la investigación periodística realizada por este humilde cerdo que ahora escribe, encontré que la costumbre fue originada gracias a la «SED» que misteriosamente se incrementa en el oficinista común al acercarse el fin de semana y que poco a poco fue adelantada hasta los días jueves, siendo este, el comienzo de los juegos de levantamiento de tarro y aplanamiento de cojinete en barra libre, ocasionando múltiples lesionados de tales de deportes, que solamente podían ser tratados al día siguiente con el platillo indiscutible de la enfermedad llamada cruda, «los chilaquiles».

Así pues, quedo institucionalizados los viernes de chilaquiles entre la comunidad godinez, para el tratamiento de los miles de burócratas que sufrieron con el consumo de «bacardí» en los años mozos de las famosísimas películas de ficheras y, dónde hasta la fecha, no se ha perdido tan «bonita costumbre».

Así que, estimado naco del congal, que te sientes identificado conmigo, mientras muerdes el pan y preparas un bocado de chilaquiles, siente orgullo de ser parte de una de las costumbres más arraigadas de éste hermoso país.

PD. Si tu eres de los que no le importa comer chilaquiles cualquier día de la semana, te recomiendo los chilaquiles de «La esquina del chilaquil» en Alfonso Reyes y Tamaulipas en la condesa. Con sus horarios de Lunes a Domingo de 8 a 12. Solamente ten en cuenta de que te encontrarás una fila de 20 minutos pero sinceramente, valen la pena.

‘Esta es su página oficial de Feis’: La esquina del chilaquil

Otros buenos chilaquiles se encuentran ubicados en las calles de: Homero y Lope de Vega afuera del HSBC en Polanco. Son buenos y baratos, pero ojo, los viernes te encontrarás con enormes y filas y puede que ya no haya cuando llegues.


7 comentarios en «Lo que callamos los Godinez – Viernes de chilaquiles»

  1. Son verdes casi todos los que venden, raro es donde los encuentras rojos.

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  2. exijo se anuncien mis productos en este cuchitril y coopero con $ 50 pesos al mes pa sostener el changarro en un servidor mas picudo

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    • Acá los productillos de este aguado viejecillo:

      http://3.bp.blogspot.com/-sdmr8sA3r8w/UjCvYoHQqaI/AAAAAAAAPxM/xBER9D8mvUM/s320/nsmf06.jpg

      Y tus $50 varos al mes te los puedes meter por el fundillo.

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    • Jajaja primero paga tus deudas que desde tiempos ya muy distantes tienes con algunos pixeles de este condal y luego hablamos.

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  3. Este post fue redactado mientras me tragaba un kilo de chilaquiles rojos con costilla.

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    • No sabía que les decian «langosta» a las tortas de pozole en Atizapan.

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